Corrían los años 70 de una tierra llena de oportunidades, un referente de prosperidad que se llenaba poco a poco de luz y color. Venezuela estaba en pleno apogeo económico cuando una pareja, una española y un italiano, aterrizó en Caracas con la ilusión de poner en marcha un nuevo proyecto. Venezuela se había convertido en el foco de atracción de inversiones, consumo y trabajo.

Impulsada por su afán de emprendimiento y su gusto por el calzado, la joven pareja abrió una pequeña fábrica de troqueles, donde elaboraban las diferentes piezas para la fabricación de zapatos. Como todos los comienzos, no diremos que fue fácil, pero este pequeño negocio les dio la estabilidad para salir adelante, vivir en paz y hacerse un hueco en la sociedad venezolana de la época.

De aquella bonita pareja, nació el protagonista de nuestra historia, Robert, quien desde sus primeros pasos se vio influenciado por las inquietudes profesionales de sus padres. Sin embargo, el pequeño Robert soñaba a lo grande. Dando rienda suelta a su imaginación, pensó que algún día, en lugar de troqueles, crearía elegantes zapatos de calidad.

Historia de Paparazzo: emprende un viaje

Los años pasaron y Robert, con poco más de 20, cruzó el Atlántico de vuelta a sus raíces. La primera parada fue Madrid. La capital española, icono de cultura, turismo y ambiente, dio una calurosa bienvenida a Robert, que mientras mantenía vivo aquel sueño en su cabeza, decidió dedicarse al marketing. No fue una mala decisión, ya que consumo y turismo eran los dos ejes de aquella ciudad, que amas u odias.

Sin embargo, los planes de Robert cambiaron cuando el amor llamó a su puerta. Así fue como el protagonista de nuestra historia, con una gran mochila y muchos viajes a su espalda, llegó hasta las tierras castellanas, en un ambiente más árido, que apenas guardaba similitudes con su añorado Caracas. Valladolid sería su próximo destino.

CONTINUARÁ…

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